¿Qué es la felicidad? Durante varios años he permanecido a la espera de encontrar una respuesta convincente a esta pregunta que un día lanzó mi profesora de filosofía nada más comenzar el bachillerato; un interrogante que quedó abierto pero que hoy, a raíz de la lectura de Bertrand Russell, por fin ha logrado su cierre.
Nunca me había parado a pensar lo valiosa y significativa que podía llegar a ser una simple palabra. No cabe duda de que el término felicidad entra dentro de los temas que Russell considera profundamente abstractos, aquellos cuya interpretación resulta más fácil en lo que a la palabra se refiere y no en lo que representa el símbolo. Antes de abordar el tema es preciso tener una vaga idea de qué es lo que entiende la gente por felicidad, por ello, me he tomado la molestia de agrupar brevemente las diversas opiniones que han surgido de boca de todo tipo de personas ante la pregunta ¿Qué es para ti la felicidad?
Felicidad es:
Fortuna, lujo, placer, bienestar, diversión, pasatiempo, posesión, juego, satisfacción...
Encontrar en el sufrimiento, en la felicidad del otro y en el bien la propia venturanza.
Liberación de las ansiedades, dudas, miedos y preocupaciones, lo que permite gozar de paz interior.
Instantes que nos hacen creer vernos en el paraíso al alcanzar nuestro deseo, ilusión, sueños o metas.
Conseguir para los demás lo que siempre has deseado para ti.
Intención o anhelo vehemente de llegar a ser más de lo que uno es hasta dar con el objetivo propuesto: imitación de Dios.
Disfrutar al máximo cada momento como si fuera el último de tu vida.
Acto de querer siempre lo que se hace y no de hacer siempre lo que se quiere.
Dar sin esperar nada a cambio; amar y ser amado.
Se trata de una generalidad de hechos variados, cualquiera de los cuales hace verdadero el término felicidad. La felicidad nos remite de primeras al éxito, a una sonrisa, al bienestar, al dinero, al ocio… y creemos que esto es todo lo que se puede decir de la palabra. Sin embargo, no siempre resulta ser una satisfacción ante la posesión de un bien, pues también el sufrimiento reporta felicidad; entre desgracias y adversidades siempre hay cabida para una sonrisa. Esto prueba que no hay una noción exacta[1] de felicidad porque como diría Russell “es una palabra cuyo campo de aplicación es esencialmente dudoso”. Si uno cree que todo lo que una palabra representa se encuentra escrito en un segundo diccionario de la Real Academia Española, esta completamente equivocado, ya que cada persona posee una “definición” o “concepto” vago de las palabras según lo que estas le sugieran.
Uno nunca puede decir exactamente quién es feliz ni cómo de feliz es, ni siquiera de uno mismo. La imprecisión del término felicidad es mayor cuando juzgo la felicidad de una persona basándome únicamente en la apariencia, en las facciones de la cara o en su estado de ánimo, mientras que es menor cuanto más conozco a la persona y menor aún, cuando mis estímulos experimentan esta sensación. Como diría el “realismo semántico” de Russell, sólo el que es feliz tiene un conocimiento directo de la felicidad. Ahora bien, esa mayor o menor vaguedad o imprecisión no está en la palabra felicidad que todos empleamos sin la menor dificultad, ni tampoco en lo que ésta representa pues todos sabemos que hay diferentes motivos para ser feliz, sino en la relación que se da entre ambas, es decir, en la relación entre lo que significa y lo que es significado, entre la felicidad y lo que nos aporta felicidad. Una conexión de la que sólo es autor el sujeto: sólo uno mismo sabe si es feliz, por qué es feliz y en qué grado es feliz.
La felicidad, al igual que la corrupción del cuerpo, es un proceso en el que “nadie puede decir precisamente cuándo alcanza este estado”[2], un proceso al que no se le puede establecer un límite de aplicación y que por tanto no tiene un significado preciso. Lo mismo ocurre con el tiempo ¿Sabría alguien definir con exactitud y precisión qué es el tiempo? No, y tampoco nadie puede pararse a pensarlo, pues si te paras a pensarlo te detienes en el tiempo pero el tiempo no espera, no para, y cuando crees tenerlo lo has perdido ¿Acaso éste puede negociarse, alquilarse, obtenerse o comprarse? En absoluto, el tiempo es totalmente perecedero y no puede ser almacenado. El que acaba de transcurrir se ha ido para siempre y no ha de volver jamás. Nadie sabe qué es el tiempo y sin embargo todo el mundo sabe que cualquier actividad requiere tiempo, se desarrolla en el tiempo y que consume tiempo. En definitiva, que la vida es tiempo pero ¿qué significa el tiempo? Al igual que no se puede ver cuál de los dos vasos de agua de Russell es el que tiene tifus, también la felicidad y el tiempo ciega a los ojos… ya lo decía A. De Saint-Exupery en su libro El principito: “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos[3]”. Y para lograr ver lo esencial de la felicidad, es preciso no atribuir al mundo las propiedades del lenguaje que, según Russell, es lo que viene haciendo la filosofía desde Kant dando lugar así a numerosos problemas, sino que hay que evitar “las inferencias falaces de los símbolos en las cosas (…) evitar ser influidos por el lenguaje”[4]. El lenguaje puede decir muchas cosas pero no puede decirlo todo. La felicidad es un misterio maravilloso, un secreto por desvelar, un tesoro por encontrar y una oportunidad al alcance de todos.
Existe por tanto vaguedad[5] en la felicidad y en el tiempo, al igual que en lo rojo, en lo verdadero y en lo falso, en el segundo, en la calvicie…Todos los símbolos, como bien afirma Russell, son vagos en menor o mayor grado según el margen de error que se dé en las distintas observaciones, y no por ser vagos son falsos ya que “una creencia vaga tiene mayor probabilidad de ser verdadera que una precisa”[6]; de no ser así, nadie en este mundo sería feliz.
Tras esta breve reflexión he comprendido que felicidad es una palabra con infinitas acepciones, pero ninguna de ellas aporta una definición exacta y precisa. No me malinterpretes y pienses que la felicidad no existe, pues como diría E.H Gombrich “No se debe confundir la dificultad con la imposibilidad”. La felicidad existe pero no hay un significado ideal que la determine.
“La filosofía dulce bálsamo de la adversidad. Ella te consolará, aunque te halles proscrito” dijo Shakespeare en su obra Romeo y Julieta. Como reza el adagio latino, “aunque sea propio de sabios errar de vez en cuando, más saber manifiesta rectificar; en cambio no hacerlo es propio de necios”. Así pues, mientras nadie me convenza de una definición mejor que me haga rectificar, de ahora en adelante a todo aquel que me pregunte ¿Y qué es para ti la felicidad? Responderé sin dilación,
Vaguedad, pura vaguedad…
[1] “Una estructura es una representación exacta de otra cuando las palabras que describen una de ellas también describen la otra estructura al dárseles nuevos significados a las palabras”. B. Russell, “Vaguedad”. Pág. 21.
[2] Bertrand Russell: “Vaguedad” (1923) en M. Bunge (ed.), Antología semántica, Buenos Aires, Nueva Visión 1960. Traducción de E. Arias y L. Fornasari, y revisado por Mario Bunge. Pág. 17.
[3] A. De Saint-Exupery, El principito, Europa Ediexport, Fuenlabrada (Madrid), 1987, Pág.88.
[4] Bertrand Russell: “Vaguedad” (1923) en M. Bunge (ed.), Antología semántica, Buenos Aires, Nueva Visión 1960. Traducción de E. Arias y L. Fornasari, y revisado por Mario Bunge. Pág. 14.
[5] “Una definición es vaga cuando la relación entre el sistema representativo y el sistema representado no es biunívoca, sino multívoca”. B. Russell, “Vaguedad”. Pág. 21
[6] Ibíd., Pág. 23.
esa Blanaca!!!! sigues con el mismo buen título para tu blog, jejeje. me gusta la frase que has puesto en la descripción, aunque no la entiendo...
ResponderEliminarah, soy Chema, el de clase, jeje