Querido Wittgenstein:
Sabes bien que para mí has sido y serás siempre la figura más relevante y emblemática de la llamada filosofía del lenguaje. Eres consciente de que siento gran admiración por ti y por tu excelente obra, el Tractatus logico philosophicus, que como te habrás dado cuenta, está siendo tenida muy en cuenta por los investigadores neopositivistas de hoy en día. Pero he de confesarte que últimamente hay algo que me inquieta, algo que me obliga a observarte con mayor atención y a mantenerme en guardia a la espera de lo que pueda ocurrir. Son tus pensamientos Wittgenstein. Son tus pensamientos y tu actitud lo que me preocupa.
“Lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar”[1]. ¿No es cierto que fuiste tú el autor de estas palabras? ¿Verdad que sí, Wittgenstein? Una sonrisa se dibujaba en mi cara cada vez que estas palabras salían de tu boca. Éramos tú y yo contra el Enemigo. Tu intención, dijiste, era trazar límite al pensamiento de manera que todo lo que traspasara el límite sería considerado absurdo y sin sentido por no ser verificable. Como consecuencia de esto, erradicaste por completo, tanto de tu lenguaje como de tu pensamiento, toda proposición referente a Dios. ¿Es que acaso no tengo razón Wittgenstein? ¿Por qué ahora me haces dudar de tus palabras? A veces siento que no hay una completa y perfecta ausencia de Dios en ti.
Estaba repasando por enésima vez el Tractatus cuando analicé más detenidamente la frase en la que dices “Existe lo inexpresable, esto se muestra, es el elemento místico”[2]. ¿Qué insinúas Wittgenstein? Eres ateo chico, siempre lo has sido.
Tu última carta no revela sino tu ignorancia. Pareces estar seguro al afirmar que “el libro quiere trazar un límite al pensar o, más bien, no al pensar, sino a la expresión de los pensamientos”. No seas tonto Wittgenstein, no quieras de ninguna forma dar cabida a lo supraempírico. Eres uno de los nuestros, eres uno del Círculo de Viena.
Y esto no es todo. No sé si es porque esta preocupación me está volviendo loco, pero presiento que vendrá un nuevo Wittgenstein, un segundo Wittgenstein que nos traicionará por completo y se pasará al bando contrario, convirtiéndose en defensor de las proposiciones del Enemigo al poner acento en el lenguaje como actividad. Espero que esto no sea motivo para alarmarme. Estoy lleno de inquietud, pero a la vez de esperanza que, espero, no desvanezca ante una decepción.
Me parece que necesitas tomarte un respiro. No dejes que tus pensamientos se te escurran entre los dedos de las manos. La situación es muy grave, créeme. Piénsatelo bien muchacho. Piénsatelo porque no veo motivo alguno por el que debiera tratar de protegerte de las consecuencias de tu ineptitud. No quiero asfixiarte. Confío en ti y se que no me fallarás, sé que se trata únicamente de un malentendido, pero ya sabes que uno siempre se queda más sosegado cuando escucha lo que quiere oír en boca de la persona correspondiente. Y ese eres tu mi querido Wittgenstein, esperaré con ansia tu respuesta. Y recuerda; “de lo que no se puede hablar hay que callarse”.
Tu cariñoso tío, ESCRUTOPO
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Mi queridísimo tío Escrutopo;
Creo, si mal no recuerdo, que al regalarte un ejemplar del Tractatus te advertí repetidas veces que su lectura requería mucho tiempo, esfuerzo y reflexión, pues nunca antes te habías parado a pensar por ti mismo, en silencio y soledad, la dificultad de los problemas en él abordados. Es por eso que sólo a la enésima vez lo has comprendido.
No hay ningún malentendido entre nosotros Escrutopo. Tú y tus seguidores interpretasteis mal mis palabras. Nunca fui miembro del Círculo de Viena ni jamás me he considerado un neopositivista.
Ni tu postura ni la de tu Enemigo lograron nunca convencerme por completo, por lo que decidí tomar una postura neutra, intermedia; el agnosticismo, pero no un agnosticismo cualquiera. Rechazo, y en esto estoy de tu lado, que no hay posibilidad alguna de una demostración de la existencia de Dios, ahora bien, eso no excluye que pueda existir una certeza a la que considero mística: “Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico”[3]. “Lo que se puede mostrar, no puede decirse”[4], pero sí manifestarse.
Debe quedarte claro que con mi obra he querido trazar un límite al lenguaje y no tanto al pensar, de modo que lo que traspasa el límite es absurdo en el sentido de que resulta impensable y no se puede decir mediante el discurso. Te he decepcionado, lo sé.
Si acerca de mi trabajo quieres corregir algún aspecto en lo que a la expresión de mis pensamientos se refiere, soy todo oídos, pero sólo en ese caso, pues si de algo estoy seguro es de la verdad de mis pensamientos. Y respecto a lo del segundo Wittgenstein, yo no soy quien para predecir el futuro, pero solo te recuerdo que mi obra tiene dos partes “la que he escrito y, además, todo aquello que no he escrito”.
L.W
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